
La temporada de las Grandes Ligas llegó a su fin luego de siete partidos, dos de ellos con extra innings, regalo para la afición, y el sábado pasado los Dodgers repitieron como campeones pero no sin sufrir más que un poco. Para el aficionado de alguno de estos dos equipos fue una noche angustiosa, pero para el espectador que no tuvo gallo en la pelea fue una muestra de por qué este deporte es para muchas personas el mejor y que, como decía el gran Yogi Berra, “no se acaba hasta que se acaba”.
Hagamos un recuento breve de una serie en la que, pese a ser los Angelinos favoritos, todos sabíamos que Toronto tenía más poder al bate y los campeones habían tenido una temporada de rachas y si les tocaba la combinación de una racha mala contra bates calientes se podían quedar con las manos vacías.
Luego de dividir juegos en Toronto y que el futuro jugador más valioso, el lanzador Yoshinobu Yamamoto, les diera un juego completo permitiendo una sola carrera los equipos marcharon a Los Angeles para un juego 3 que duró 18 innings hasta que el bate de Freddie Freeman los mando a todos a dormir con un jonrón.
Un equipo con menos corazón que Toronto se hubiera desplomado luego de aquel partido, todos cansados, brazos dolidos, 19 horas después tocaba enfrentar a Othani. Pero las cosas salieron al revés cuando Vladimir Guerrero Jr. salió a desquitar el sueldo, metió un jonrón en la segunda, el picheo de los Dodgers fue el que no aguantó y los visitantes empataron la serie para luego al día siguiente abrieran con dos jonrones en los primeros tres lanzamientos mientras que en la lomita el jovencito Trey Yesavage rompió el record de ponches para un novato en la serie mundial y se convirtió en una estrella de la noche a la mañana. Los Azulejos le habían dado la vuelta a la serie, robado 2 juegos de vistante y volvían a Toronto necesitando un solo partido para destapar la champaña.
Pero los Dodgers son los Dodgers y pese a que los bates traían la pólvora mojada, Yamamoto mantuvo controlado a Toronto por seis entradas y los relevistas cumplieron, todas las carreras entraron en la segunda entrada y el marcador final fue de 3-1 favoreciento a unos Angelinos que se negaron a morir y aprovecharon un error mental de Addison Barger que no pudo regresar a segunda para un extraño doble play del jardín central a segunda base que impidió la oportunidad de sacar el empate en la novena.
Llegamos al juego siete, Shohei Otani en el montículo, ventaja para los Dodgers…¿o no? El japones entra frio, Bo Bichette le pega cuadrangular en la tercera entrada y mueve con el a George Springer y a Guerrero Jr. los dos jugadores más peligrosos de Toronto que parecen siempre conseguir llegar a primera. Los Dodgers tratan de alcanzar pero se ven detenidos por grades jugadas defensivas del guante de oro Daulton Varsho y Guerrero entre otros, pero poco a poco van sumando carreritas.
Llega la novena entrada, Toronto tiene ventaja de una carrera y esta ya saboreando la champaña cuando el venezolano Miguel Rojas, noveno bate, con números malos, que entró de la banca el juego anterior y llevaba más de un mes sin meter un jonrón se voló la barda contra todas las expectativas. Pero Toronto era local y les quedaba una oportunidad. Con las bases llenas los Dodgers forzan un out en home que estuvo a decenas de segundos de no ser, luego de un lanzamiento complicadísimo del mismo Rojas. Sigue la casa llena y el cubano Andy Pages, quien entró de relevo al jardín central, hace un atrapadón de miedo a un batazo de Clement que pudo acabarlo todo.
En el decimo inning entra Yamamoto, sin descanso, a controlar a los Azulejos quienes en el decimo primero permiten a Will Smith meter un jonrón solitario que definiría la serie. Angustia total en Toronto, alegría completa en Los Angeles.
Y así, colorín colorado, el beis se ha terminado. Hasta Marzo que viene el Clásico Mundial.
Y si no les gusta el beis, pues cada quien sus gustos, pero lo vamos a extrañar.
Por Hernán Mena
hernanmena@lagambetasportscarolinas.com